A sus 33 años, cuando sentía que la vida se le escurría por las manos, y cuando pensaba que a esa edad era cuando el hombre debía alcanzar el clímax de su vida, él decidió hacer lo que nunca había podido, y siempre había deseado, escribir una corta historia. Sus lecturas habían sido muy escasas, un libro por aquí, medio libro por allá – en muy raras ocasiones había terminado la lectura de un libro completo. Incuso cuando había terminado el libro no estaba seguro si había comprendido por lo menos un poco a su autor.
Así empieza una historia que escribí en unas tardes de invierno en Minnesota. Siga leyendo . . .
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